Mensaje de Mons. Juan de Dios Hernández Ruíz, sj, en ocasión del Viernes Santo 2024

Queridos hijos de esta amada diócesis de Pinar del Río:

El calendario ha dado su vuelta y nuevamente nos encontramos frente a la escena del Calvario. Hoy el mundo cristiano vive este día, luego de una larga preparación durante la Cuaresma, lleno de dolor ante la gran injusticia de la historia, pero también henchido de esperanza porque sabe que detrás de todo Viernes Santo, siempre llega glorioso el Domingo de Resurrección.

Hoy acompañamos a Cristo por las calles de Jerusalén hasta el “lugar de la Calavera”, y somos testigos de los fuertes latigazos, los insultos, la falta de humanidad, la opresión, el miedo a perder el poder por parte de las autoridades, la cobardía de abusar de su posición y hacer de ella un instrumento de dominación. Hoy vemos al hombre justo, al que sólo busca el bien común, ser víctima de burlas, coronado de espinas, humillado frente a sus seres queridos y seguidores.

Y en medio de tanta maldad humana, la respuesta de Cristo es la coherencia entre lo que ha estado predicando y su actitud en medio de la situación a la que se enfrenta. Encontramos al Dios que se hizo hombre manteniendo firme su postura y siendo fiel al plan de salvación, lo vemos asumiendo en sí los pecados de la creatura más amada por Dios, cargar con su cruz y alcanzarnos a todos la redención.

Pero nosotros no somos simples espectadores de la escena. Estamos llamados a unir nuestras cruces, pequeñas o grandes, y caminar con Cristo hacia el Calvario. Cada día nos despertamos poniendo en las manos de Dios todos los aconteceres de la realidad que vivimos. Cada día es una oportunidad para acompañar a Jesús y completar en nosotros la Pasión.

Mirar la cruz de Jesús nos fortalece espiritualmente. Nos recuerda que no estamos solos en este “Valle de Lágrimas”, que somos ciudadanos de paso por este mundo, porque un día, se abrirán nuestros ojos, y “contemplaremos a Dios cara a cara” y habitaremos en su presencia por toda la eternidad.

 En la cruz, Jesús seguía siendo como un embajador minucioso que cumpliera una a una las instrucciones de su carta de viaje. Por eso ahora puede concluir que todo está cumplido. Su débil, cansada cabeza repasa todo el abanico de profecías que sobre él se hicieron y comprueba que no queda ni una por realizar. Y sobre el alma de Jesús, desciende la paz. Puede ya volverse serenamente hacia su Padre, cuya lejanía parece definitivamente superada.

La estructura de las siete palabras que Jesús dice en la Cruz no responde, evidentemente, a la casualidad: ellas describen la necesidad de Cristo de morir derramando luz en torno a sí. En ellas pide perdón para quienes le crucifican, abre las puertas de la salvación a uno de los crucificados con él, entrega a los hombres el impagable regalo de su madre. También describe sus sufrimientos en esta hora: el vértigo moral de su desgarradora soledad, el sufrimiento físico de la sed; pero ellas culminan describiendo la total paz que le habita.

Jesús no piensa en su muerte como la realización de sí mismo. ¿Qué podía añadirse a sí mismo quien era Dios? Lo decisivo para él es que esa muerte es la cima de la realización de la voluntad de su Padre. Para eso había venido al mundo. Ahora repasa esa voluntad que conoce como nadie ha conocido jamás y sabe que realmente se ha cumplido en todo al pie de la letra. Sabe que esa obediencia suya es verdaderamente la salvación del mundo. En verdad que todo está consumado. Ya sólo queda reclinar la cabeza. Sólo falta morir, despedirse del mundo, encomendarse al Padre.

No cabe duda que, de todos los problemas con que el hombre se enfrenta, la muerte es el más grave de todos. Horrible es la injusticia; espantoso el dolor, amargo el amor que no llega a su meta o que es traicionado. Pero es el horizonte de la muerte lo que entenebrece todo lo demás. Si ella fuese abolida, todo giraría en la vida del hombre.

Cuando yo haya muerto, ¿todo habrá acabado para mí? ¿Seguiré existiendo de algún modo, en algún sitio? ¿Continuaré siendo el hombre que soy, tendré memoria, mantendré de algún modo mis ilusiones de hoy? Y aún es más agudo respecto a aquellos que amo. Muchos han muerto ya. ¿Existen de alguna manera?

El hombre es muy corto en sus deseos. Decimos desear la vida eterna, pero en realidad sólo aspiramos a continuar la actual, una segunda vida que nos imaginamos como simple prolongación de ésta. Otra vida más grande nos aterra, porque nos desborda. No nos cabe en la imaginación. Puede únicamente cabernos en la fe.

Después de tanto dolor, llega triunfante la mañana del domingo, alzándose sobre nosotros para recordarnos las promesas.

Esta es la gran apuesta que los creyentes nos jugamos en la resurrección de Cristo: si él no resucitó, somos los más desgraciados de los hombres, como dijo San pablo. Pero, si él resucitó, ser hombre es la cosa más exaltante que pueda existir.

Nosotros podemos afirmar, sin espacio a la duda, que la fórmula “Dios resucitó a Jesús de entre los muertos” es la parte más sustancial de la fe de la Iglesia naciente.

El Dios de los cristianos es un Dios resucitado, no un Dios sin dolor. Y resucita con las llagas para que esto quede bien claro.

Acerquémonos a Dios con la certeza de que él conoce nuestros dolores. Dios camina a nuestro lado mostrándonos sus heridas, pero también animándonos a levantarnos en cada tropiezo, a continuar adelante, no de forma masoquista, sino en modo Cristo, manteniendo la mirada en el Padre, entregándonos a él y confiando en que llegará el día anhelado en el que respiremos aires distintos y alabaremos su Nombre eternamente.

Que María de la Caridad, Virgen Dolorosa al pie de la Cruz, y Mujer de fe que esperó la Resurrección de su Hijo, nos ayude a caminar junto a Él siempre.

Un comentario sobre “Mensaje de Mons. Juan de Dios Hernández Ruíz, sj, en ocasión del Viernes Santo 2024

  1. Neidys GRACIAS!!! FELIZ Y SANTA PASCUA DE RESURRECCION GRACIAS Unidos en el Corazón de Nuestra Madre, y con Ella al pie de su Hijo sediento en la Cruz Ese, que no cabe en lo máximo, habita en lo mínimo. Autor desconocido AMDG Saludos René HORIZONTESDECRISTIANDAD.ORG TODOCATOLICO.ORG TWEETER @todocatolicoO

    “Prefiero una Iglesia herida, accidentada, manchada por salir a la calle, que una Iglesia enferma por la comodidad y el encierro de aferrarse a sus propias seguridades” (“Evangelii Gaudium,” 49).


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