Mensaje radial de Monseñor Wilfredo Pino Estévez, arzobispo de Camagüey, del VI domingo de Pascua, 5 de mayo de 2024

Queridos todos: Comentemos la lectura que hemos escuchado. Con la Palabra de Dios tenemos que hacer lo mismo que hacemos con la caña para hacer un jarro de guarapo: la pasamos una y otra vez por las masas que le sacan el sabroso jugo. La Palabra de Dios debemos leerla una y otra vez y siempre le encontraremos nuevas enseñanzas.

Jesucristo insiste en que la clave es el amor. Su mandato es muy claro: “Ámense unos a otros como yo les he amado”. Por eso, la religión de Jesucristo es la religión del amor. Amor incluso a los enemigos. No olvidemos al propio Jesucristo perdonando a los que lo clavaron en la cruz y rezando por ellos: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. Los cristianos, a ejemplo de Jesucristo, tenemos que amar a quienes nos hayan ofendido. Y por eso debemos empezar por perdonarlos. Y eso no es fácil. Lo fácil es vengarse, odiar, pasar la cuenta, guardar rencor, desquitarse, pagar con la misma moneda, devolver ojo por ojo y diente por diente, tomar represalias…

¡Cuánto nos cuesta perdonar! Dice la Biblia que un día, Pedro, el jefe de los doce apóstoles, le preguntó a Jesucristo: “Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?” (Mt. 18, 21). Supongo que, por la pregunta que hace, el apóstol debía sentirse molesto con las repetidas ofensas de alguien. Su paciencia y su misericordia se estaban agotando. Y, al responderle, Jesucristo parece jugar con las matemáticas de Pedro: “No te digo que perdones solo siete veces, sino setenta veces siete” (Mt. 18, 22), lo que, en otras palabras, significa ¡siempre! Por eso no es fácil ser buen cristiano.

Yo no estoy seguro si a todos los cubanos nuestras familias nos han enseñado a perdonar a los que nos ofendan y a saber pedir perdón a los que hemos ofendido. Por eso quisiera invitarlos a que, si no lo han hecho todavía, aprovechen cualquier día del año para perdonar o para pedir perdón.

Perdonar al que nos haya ofendido no significa aprobar el mal que nos hizo o estar de acuerdo en todo lo que nos dijo. Perdonar tampoco impide reclamar nuestros derechos, exige solamente que lo hagamos sin odio. Puede que no se nos quite de la mente la ofensa que nos hicieron, pero si perdonamos sinceramente, recordaremos lo sucedido sin amarguras, sin dolor, sin resentimientos, sin rencores y sin la herida abierta. 

Perdonar es haber sacado de nuestra alma el rencor que quedó en nosotros luego de la ofensa recibida, es apagar esa invisible “batidora” que, de manera muy lenta, pero a todas horas, da vueltas a nuestros malos pensamientos y resentimientos contra alguien. Perdonar, como han dicho bellamente escritores y poetas, es imitar al árbol del sándalo cuya madera es de un excelente olor y “perfuma el hacha que lo hiere”, o ser como la pequeña flor de la violeta “que derrama su fragancia precisamente cuando se levanta el zapato que la aplastó”. Perdonar es cumplir sinceramente con lo que decimos cada vez que rezamos el Padrenuestro: “perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden” (Mt. 6, 12). Perdonar es luchar con la fuerza del amor que construye y no con la fuerza del odio que destruye.

Hoy Jesucristo también nos llama amigos. Recuerdo cuántas veces Monseñor Adolfo explicaba la diferencia entre un incondicional y un amigo. Él enseñaba que el incondicional lo que está dispuesto es a morir contigo, mientras que el amigo es el que te ayudará a ser mejor, el que te podrá advertir si te estás echando a perder. En resumen, un amigo es aquel que te ayudará a ser mejor. Realmente es duro reconocer que hay padres que no han sido amigos de sus hijos, hermanos que no han sido amigos de sus hermanos.

Un comentario sobre “Mensaje radial de Monseñor Wilfredo Pino Estévez, arzobispo de Camagüey, del VI domingo de Pascua, 5 de mayo de 2024

  1. Neidys Tengo cáncer y estoy con Radiación y quimo, parece salgo de esta, pero será doloroso, ya sabes por si no contesto FELIZ Y SANTA PASCUA DE RESURRECCION GRACIAS Unidos en el Corazón de Nuestra Madre, y con Ella al pie de su Hijo sediento en la Cruz Ese, que no cabe en lo máximo, habita en lo mínimo. Autor desconocido AMDG Saludos René HORIZONTESDECRISTIANDAD.ORG TODOCATOLICO.ORG TWEETER @todocatolicoO

    “Prefiero una Iglesia herida, accidentada, manchada por salir a la calle, que una Iglesia enferma por la comodidad y el encierro de aferrarse a sus propias seguridades” (“Evangelii Gaudium,” 49).


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