Homilía de Mons. Dionisio G. García Ibáñez, Arzobispo de Santiago de Cuba, en la Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad, el 14 de abril de 2024, III Domingo de Pascua

«No teman; soy yo» Lucas 24, 38

Hermanos,

Como dije al principio estamos viviendo la alegría de la Pascua, ésa que es como reavivar la seguridad que tenemos, porque nuestra fe nos dice que Cristo ha Resucitado, que les enseñó que a Él todo el poder, el honor y la gloria, y que Él nos llama a todos para que podamos estar junto a Él en la Gloria, Padre, Hijo y Espíritu Santo, y todos aquellos que alcancen, que quieran alcanzar la vida eterna junto a Dios.

Entonces hermanos vamos a ver los evangelios, en primer lugar, el evangelio de hoy es una continuación, podemos decir así, de aquel evangelio de los discípulos de Emaús que ya hemos escuchado. Los discípulos de Emaús, aquellos dos hombres que tristes, en estado de tristeza, de depresión vamos a decir así, espiritual y humana, que se retiraban, se iban a Galilea se iban; ya todo había sido terminado, su Maestro había sido muerto.

Pero, el Señor se les presenta por el camino, primero ellos ni se dan cuenta, después Él se da a conocer lentamente en sus acciones. Les explica las Escrituras y les da razón a ellos dos de por qué sucedió todo aquello que a ellos les duele tanto, y además el sentido salvador de aquellos sucesos trágicos.

Ellos se dan cuenta de que es Él cuando precisamente el parte el pan, lo comparte, ellos se acuerdan de la Última Cena y dicen verdaderamente no nos dimos cuenta que era el Señor que nos acompañaba. Entonces ellos llenos de sobresalto y de alegría fueron a ver a los discípulos.

Esta lectura de hoy ocurre después de este suceso, ya los discípulos habían oído lo que el Maestro le había dicho a estos dos, ya las mujeres habían ido diciendo que su cadáver había sido robado, pero de momento otra dijo no Él se me apareció. Es decir, ya ellos se daban cuenta de que algo sucedía e imagínense que el estado que estaban, entre la alegría de saber que el Señor había resucitado, había triunfado, y también la incertidumbre, cómo lo vamos a saber, cómo es esto.

Y dice que en ese momento se ofrece esta escena que nosotros hemos contemplado hoy. Recordemos que en los evangelios las escenas del Resucitado ocurren siempre en domingo, que es el día del Señor. Por eso los cristianos empezaron a celebrar el día del Señor no el sábado como los judíos, sino el domingo, porque Cristo había resucitado, triunfado, precisamente una mañana del domingo. Entonces Jesús hace la misma catequesis, les explica las Escrituras, acuérdense que todo ellos eran judíos, educados en la tradición judía, leían la Biblia.

Ellos lo conocían bien al dedillo, ellos esperaban a un Mesías, y entonces Él a partir del Antiguo Testamento, Él le va diciendo, ése que ustedes esperaban soy yo, y les muestra sus manos. Les muestra sus heridas y les dice, yo he venido a salvarles, yo me he entregado por ustedes crean verdaderamente que yo he resucitado.

Es bueno hermano porque nosotros estamos a 20 siglos, ya a 21, de aquellos acontecimientos, y nosotros tenemos una experiencia religiosa, católica, de vida católica, cristiana, diferente a ellos. Ellos se estaban enterando de que Jesús había resucitado, nosotros desde pequeños o desde que descubrimos a Jesús de mayores si nos bautizamos ya de mayores, nosotros sabemos que Cristo ha Resucitado. Ellos no, ellos no lo sabían, ellos fueron aprendiendo en la lucha diaria, dándose tropezones como se dice, ellos fueron aprendiendo y el Espíritu Santo estaba con ellos. Nosotros no, tenemos una experiencia distinta, como les dije, ya a nosotros hay personas que nos dan fe de que Cristo ha resucitado.

Entonces vamos ahora a las partes que vienen ahora, que es la primera carta de Juan y también en la lectura de los Hechos de los Apóstoles, vamos a ver a verlas a partir de nuestra experiencia, de la nuestra. Ya nosotros hemos sido personas evangelizadas, personas que participamos en una comunidad cristiana, y nosotros somos continuadores de la fe de aquellos apóstoles, muchos de nosotros no solamente vivimos esta fe, sino que la transmitimos a otros. Entonces vamos a ver, a vivir esta lectura hoy, a partir de esta experiencia de vida de cada uno de nosotros.

Vamos primeramente a empezar con Pedro. Este capítulo tercero de los Hechos de los Apóstoles es el discurso de Pedro, un discurso genial, que ya lo leímos el día de la Resurrección y que bueno que lo volvemos a leer ahora, en el cual Pedro sale a predicarle a los judíos, aquellos que habían tenido la experiencia de Cristo muerto en la cruz y entonces Pedro les va a decir, Ése, por eso estas palabras son tremendas, vamos a repetirlas, dice.

El Dios de Abraham, de Isaac, acuérdense que eran judíos todos ellos, conocían las escrituras, de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús. Y entonces viene la lectura para ellos. Dice, a quienes ustedes entregaron, a quienes negaron ante Pilato, cuando este quería ponerlo en libertad, ustedes renegaron del santo y del justo, y pidieron como una gracia, la libertad de un asesino, mientras el Señor de la vida, lo hicieron morir.

Es decir, como tocándole el corazón y diciendo, ¿qué has hecho? ¿Qué hicieron? ¿Qué hemos hecho? Porque los discípulos también se escondieron, qué hemos hecho. También nosotros podemos preguntarnos, qué hemos hecho con la fe que hemos recibido de los apóstoles, qué hemos hecho. Hay que hacerse esa pregunta, hermanos, porque uno tiene que vivir la vida con intensidad y la fe se vive con intensidad siempre.

Entonces después que Pedro les dice, les hace notar su falta de caridad, él les dice, pero Dios lo resucitó entre los muertos y nosotros somos testigos. Ahí ya Pedro empieza a expresar la fe que tiene, y dice, yo sé hermanos que ustedes actuaron por ignorancia. Qué lindo es eso Cuando es verdad, que si nosotros algún día nos equivoquemos sea por ignorancia.

Eso también tenemos que verlo nosotros en nuestra vida diaria, actuamos, no nos preocupamos de conocer más la Palabra de Dios y entonces vivimos así. Porque es verdad que cuando estamos con ignorancia no tenemos culpa, pero también tenemos que tener la responsabilidad de conocer mejor la Palabra de Dios. Y viene la otra pregunta entonces, ¿yo me preocupo por conocer más la Palabra de Dios?

Fíjense que las lecturas hay que leerlas en ese tono, en esa dinámica, dice, por ignorancia, pero Dios cumplió de esta manera, lo que había anunciado por medio de los profetas, que el Señor padecería, y entonces le da aquella gracia, aquella posibilidad, aquella esperanza, arrepiéntase entonces, conviértanse para que sus pecados sean borrados. Es la dinámica de la salvación.

Somos pecadores, el Señor se apiada de nosotros, nos cuesta rectificar, pero tenemos que ser veraces, tenemos que ser personas honestas, sanas, y cuando hemos hecho el bien, gracias Señor por haber hecho el bien; pero cuando nos equivocamos por ignorancia o por lo que sea, entonces nosotros también decir, perdóname Señor, perdóname.

Pedro les dice eso aquellos hombres que habían visto como Jesús había sido crucificado. Pedro nos dice estas cosas hoy a nosotros, que aprendimos tal vez de pequeño todo esto, pero que tal vez no lo vivamos o no lo vivimos como debemos de hacer. Esto que dice Pedro aquí, arrepiéntanse y conviértanse, y todos sus pecados serán perdonados, de una manera u otra en la primera carta de Juan también se nos dice algo así. Hijos míos, les escribo para que no se aparten de Dios, no pequen más. Dice, pero si alguien peca, fíjense bien ya la confianza, tenemos un abogado ante el Padre que nos defiende.

Cuántos presos hay que no tienen un abogado que les defienda, cuántos; pero nosotros sabemos que tenemos un abogado que nos defiende de tal manera, que entregó su vida por mí. La sangre de Cristo lava en mis pecados. Tenemos un abogado ante el Padre, que es Jesucristo, es el justo, es la víctima por nuestros pecados.

Entonces nos pone una prueba ahora a nosotros, Juan se la decía a aquella gente allá. Pues a nosotros nos pone una prueba. Dice, miren en qué nosotros conocemos que conocemos a Cristo, lo conocemos si cumplimos sus mandamientos. Qué duro. Me acuerdo de aquella frase, ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les digo. Cumplan la Palabra de Dios, no solamente digamos de palabra que conocemos al Señor, sino también nosotros procuremos hacer la palabra del Señor, procuremos hacerlo. Esa es la enseñanza que Juan les da, y es la enseñanza que Juan nos deja hoy. Si vivimos con Cristo, si queremos seguirle, si nos ocupamos de conocer mejor su palabra, de vivir según sus preceptos, ahí si significa que nosotros estamos viviendo según Cristo, y estamos dando testimonio de Él.

Y estamos dando el testimonio de Cristo en un mundo que necesita de Cristo, aunque no se dé cuenta, aunque lo rechace, aunque no le importe tal vez lo necesita, y nosotros tenemos que anunciarlo de palabra, pero también con obras, con las vidas nuestras siendo sus testigos. ¿Testigos de qué? De que nosotros sabemos que conocemos a Cristo, y que somos sus fieles discípulos si hacemos lo que Él nos dice.

El Señor nos pide esto, que nos alegremos de la resurrección de Cristo, que nos alegremos de su victoria sobre la muerte y el pecado, que nos alegremos porque Él murió por mí, que nos alegremos porque me dejó la palabra, que nos alegremos porque nos dejó la iglesia que predica la palabra del Señor, y que nos alegremos porque hemos sido escogidos, hemos sido recibidos en la iglesia en Cristo Jesús, para también algún día estar con Él en la Gloria. El que guarda la Palabra, ése, ama perfectamente a Dios. Así podemos decir que conocemos a Jesús.

Que Dios nos ayude hermanos a vivir así, y que vivamos esta alegría del tiempo pascual, vivámosla, busquemos motivos de alegría. Busquémoslos, y vamos a encontrar muchísimos que el Señor nos da. Que el Señor nos ayude a vivir así.

Un comentario sobre “Homilía de Mons. Dionisio G. García Ibáñez, Arzobispo de Santiago de Cuba, en la Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad, el 14 de abril de 2024, III Domingo de Pascua

  1. Neidys Gracias!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! FELIZ Y SANTO TIEMPO PASCUAL GRACIAS Unidos en el Corazón de Nuestra Madre, y con Ella al pie de su Hijo sediento en la Cruz Ese, que no cabe en lo máximo, habita en lo mínimo. Autor desconocido AMDG Saludos René HORIZONTESDECRISTIANDAD.ORG TODOCATOLICO.ORG TWEETER @todocatolicoO

    “Prefiero una Iglesia herida, accidentada, manchada por salir a la calle, que una Iglesia enferma por la comodidad y el encierro de aferrarse a sus propias seguridades” (“Evangelii Gaudium,” 49).


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