Homilía de Mons. Dionisio G. García Ibáñez, Arzobispo de Santiago de Cuba, en la Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad, el domingo 26 de mayo de 2024, en la Solemnidad de la Santísima Trinidad

“Vayan, pues, y enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándolas a cumplir todo cuanto yo les he mandado; y sepan que yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”. Marcos 28,19-20

Al principio dije que esta fiesta de la Trinidad es una fiesta hermosa. Podemos hacer algunas anotaciones que valen la pena comentarlas y recordarlas. El año litúrgico nuestro no es más que celebrar la presencia de Dios en el mundo, no podemos hablar de la eternidad porque nosotros no hemos participado, ni participamos de la eternidad de Dios, pero sí, nosotros celebramos la presencia de Dios en el mundo entre nosotros.

Por eso es que el año litúrgico comienza como muchas veces repito, pero es bueno recordarlo comienza con el Adviento que nos prepara a la Navidad, y en Navidad nosotros recordamos y celebramos el misterio de la Encarnación, es decir el Hijo de Dios, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, Dios mismo se hace hombre en el seno de la Virgen María. ¿Por obra de quién? Por obra del Espíritu Santo, la Tercera Persona de la Santísima Trinidad. ¿Para agradar a quién? Para hacer la voluntad de Dios Padre que quiso que nuestra salvación fuera así, que la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo participara en ese misterio de la Encarnación del Hijo de Dios, el Padre que mandó a su Hijo para salvarnos, el Espíritu Santo que actúa con su presencia en el seno de la Virgen y Jesús que nace en el seno de la Virgen.

Después seguimos. Pasa el tiempo de Navidad y viene la Cuaresma, nos prepara para la Semana Santa, y en la Semana Santa tenemos dos que tienen mayor significado. El Viernes Santo, Jesús se entrega en la cruz por nosotros. Es la ofrenda de Jesús haciendo ¿qué cosa? La voluntad de Dios Padre que quiso que se entregara por nosotros, porque quería salvarnos, Dios nuestro Padre quiere salvarnos y a quién envió, no a una tercera persona, no, envió a su propio Hijo, a su propio Hijo, a su familia, y Él mismo, Dios mismo vino. Después del Viernes Santo viene la Resurrección, y la Resurrección es el triunfo, precisamente de Dios, porque a pesar de las maquinaciones de los hombres, Dios triunfa, y entonces ese Cristo ha vencido al mal. Ese Cristo nos ha liberado, ese Cristo nos lleva para unirnos íntimamente con Dios, porque Dios quiere que nosotros vivamos íntimamente unidos a Él.

Más adelante nosotros celebramos la Ascensión, hace pocos días, hace dos semanas, Jesús asciende al cielo. Él ha terminado esa presencia en la que se ha hecho visible, los discípulos le han experimentado vivo en medio de ellos y asciende a los cielos, y en esa ascensión, en ese momento, Él dice reciban el Espíritu Santo que les va a guiar, él les va a ayudar, y así Pablo y los demás discípulos en el Nuevo Testamento nos van hablando de toda esa presencia del Espíritu Santo, tema que ya celebramos en la misa del domingo pasado, porque fue la fiesta de Pentecostés.

Hoy celebramos la fiesta de la Santísima Trinidad. Otro misterio. El misterio de la Encarnación, el misterio de la Redención, y el misterio de la de la Santísima Trinidad, y en todo está la Santísima Trinidad presente, Padre, Hijo y Espíritu Santo, en todo, porque es así. Donde hay uno está el otro, es así, es Dios. Entonces hermanos, ¿cómo nosotros sabemos que en Dios hay tres personas? Porque uno dice yo creo en Dios Uno, y es verdad, nosotros queremos es un solo Dios, es uno solo, pero cuál es la distinción, qué nos revela Jesús.

Porque los hombres, por esa revelación natural que es la creación, al contemplar la belleza, a los científicos que cada día se meten en los microscopios y pueden meterse hasta los confines más lejanos del universo, y cada vez que llegan hay algo más, es decir es un mundo así inagotable, que se escapa de nuestras mentes, y hay veces que nos apabulla. Entonces la pregunta es, la lógica pregunta es, quién hizo esto, por qué existimos, qué hago yo en la tierra, por qué estas maravillas, por qué estas cosas, por qué estas leyes que rigen la naturaleza y rigen nuestra vida. Entonces por eso es que todos los pueblos creen en Dios, en un Dios, por la revelación natural. Todavía no hay un pueblo que diga es un pueblo ateo, no, eso no, todos los pueblos creen que hay un creador, que hay alguien.

Bueno, así también eran el pueblo judío, los antecesores del pueblo judío, así eran. Pero Dios Padre envió a su propio Hijo, que es Dios mismo, por obra del Espíritu Santo, como rezamos y proclamamos en el Credo, para que se hiciera hombre para salvarnos, y ¿para qué? Para salvarnos, mediante qué, revelándonos la naturaleza de Dios, por eso es que la Palabra de Dios nos dice, que Jesucristo es el verdadero revelador del Padre, Él vino para decirnos que Dios es amor, que la naturaleza de Dios es el amor y que en Dios hay tres personas, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Eso hermanos está desde los primeros cristianos, los apóstoles, cuando Jesús les repetía “vayan y bauticen, enseñen lo que yo les he enseñado, y bauticen en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”, como hemos dicho aquí, es decir; nosotros no creemos en un Dios Uno y Trino, es decir, un solo Dios de naturaleza divina en tres personas, nosotros no creemos porque alguien dijo, o a Pedro se le ocurrió decirlo, o a Pablo, no, lo creemos porque Jesús vino a revelarnos eso.

Los otros pueblos, los que creen en ese Dios, que no es Padre, Hijo y Espíritu Santo, y que su naturaleza es el amor, ellos ven a Dios como Creador, como todopoderoso, que está en todos los lugares, todas esas cosas… La originalidad es Dios ama, Dios es amor, Dios es Uno en tres personas Padre, Hijo y Espíritu Santo. Y eso ¿qué tiene que ver con nosotros?, porque eso podría quedarse así, Dios es así, nosotros acá, no, lo que tiene que ver es, que Dios se hace hombre, en la persona de Jesús, para que nosotros participemos de alguna manera, participemos de ese misterio de amor que es Dios mismo. Si la naturaleza de Dios es el amor, esa fuerza que lo cohesiona, que es su naturaleza, Él quiere que nosotros participemos también de su naturaleza, ¿igual que Él? No, pero seremos semejantes a Él como dice Pablo, yo no sé, pero seremos semejantes a Él.

No cabe la menor duda que esto fue una ruptura con el pensamiento de Israel, porque por ejemplo los judíos siguen creyendo, igual que nosotros que hay un solo Dios, pero ellos solamente piensan en Dios, no hacen distinción en tres personas. Los musulmanes exactamente igual, creen en Dios, pero ellos no hacen distinción en tres personas. ¿Qué creen en Dios? Que Dios es todopoderoso, que Dios es Creador, que Dios es sabio, que Dios está en todas partes, que nosotros tenemos que rendirle a Dios un culto, y piensan entonces, buscando un poco la razón de las cosas, que nosotros tenemos que brindarle ese culto a Dios, porque ya que Él es así, y Él nos hizo por algo será, entonces uno tiene que rendirle culto. La originalidad del cristiano es esa, Dios es amor.

Claro, los primeros Padres de la Iglesia, Pablo y todos los demás, empezaron a hablar influidos por el mismo Espíritu, de cómo explicar eso. Es un misterio, no podemos explicar, es un misterio, igual que misterio es la Encarnación, cómo un Dios se va a ser hombre y bajarse para hacerse hombre, no cabe en la cabeza. Son dos cosas tan distintas el Creador y las criaturas. ¿Cómo un Dios va a morir en la cruz hecho hombre en la persona de Jesús? Ay, si el mismo Pablo lo decía. Eso no toleraban los judíos y le dijeron, otro día, te vamos a oír con esas cosas que tú dices. Pero Pablo estaba lleno también del Espíritu Santo, de la Palabra de Dios, y Pablo decía, así es, es así.

El Espíritu Santo, esos teólogos, Padres de la Iglesia lo describieron, como a partir de las Escrituras como que ese amor, entre el Padre y el Hijo, engendrado por el Padre en la eternidad, ese amor, es de tal fuerza y de tal naturaleza divina, que se convierte como en la tercera persona de la Santísima Trinidad, y precisamente hermanos, la santidad es eso. La santidad es como nosotros nos unimos a ese amor que hay en la Santísima Trinidad, es la santidad. Cuando nosotros decimos estamos en gracia de Dios, o debemos estar en gracia de Dios, ¿qué significa eso? Empezar a participar de ese amor divino, porque nos estamos identificando a Él, eso es lo que significa.

Los santos, precisamente lo que buscan es esa unión íntima con Dios. Cada vez que nosotros buscamos precisamente unirnos íntimamente a Dios, guardando sus mandamientos, teniéndolo presente, ofreciéndonos, haciendo su voluntad, queriendo identificarnos con Él, ahí nosotros estamos buscando participar de su naturaleza divina; y la salvación nuestra, ese cielo que nosotros decimos, es estar en Dios estar en Dios, ser santo, por eso es que podemos decir sean santos como mi Padre Celestial es Santo, sean buenos como mi Padre Celestial es bueno.

Hermanos, tenemos que aspirar a eso, tenemos que aspirar a eso, aunque esto no, parezca así inalcanzable, no, con la gracia de Dios lo podemos hacer y ¿con quién más? Precisamente con el Espíritu Santo. Si el Espíritu Santo es esa relación amorosa entre el Padre y el Hijo, y el hijo y el Padre no los entregan, para que el Espíritu Santo actúe en nosotros, ¿qué significa eso hermanos? Que ese amor, entre el Padre y el Hijo que es el Espíritu, el Señor nos lo quiere comunicar a nosotros, para que nosotros podamos unirnos íntimamente a él.

Por eso que tenemos que pedirle a Dios que cada día nos haga ser más dóciles a su palabra, más humildes para aceptar la voluntad de Dios, y más decididos para poder vivir, en nuestras posibilidades y nuestras limitaciones, lo más cercano a ese poder, a ese poder no, a esa santidad de Dios, a esa gracia de Dios.

En el segundo texto que nosotros hemos visto, ahí se nos dice que nosotros somos hijos, y ustedes saben bien que nosotros somos hijos de Dios, pero ¿somos hijos de Dios porque yo me lo merezco? No, somos hijos de Dios en Cristo Jesús, fíjense bien somos hijos de Dios en Cristo Jesús. Si Él se hace hombre como nosotros para elevarnos a Él y la Palabra de Dios nos dice que ya nosotros no somos asalariados, ni somos otra gente desconocida, sino que somos hijos, significa que nosotros también somos hijos de Dios en Cristo Jesús, y que esa relación amorosa entre el Padre y el Hijo que es el Espíritu, también habita en nosotros porque Cristo es la cabeza de la Iglesia que somos nosotros. Fíjense hasta donde el Señor nos eleva, para nosotros participar del amor de Dios Padre, con el Hijo en el Espíritu Santo.

Hermanos, por eso tenemos que darle gracias a Dios. Decir, Señor, cómo yo siendo una criatura y una obra buena de tu mano, que muchas veces yo desbarato esa obra buena, cómo tú me sigues queriendo, y tú mueres en la cruz, me entregas el Espíritu Santo para que yo viva unido a ti para siempre. Eso es lo que nosotros esperamos, es el misterio de la Trinidad hermanos.

Hoy día estamos celebrando que a nosotros el Señor nos llama a vivir en ese amor divino entre el Padre y el Hijo en el Espíritu Santo, que el Señor quiere que también nosotros participemos de ese amor de alguna manera, ¿quién sabe eso? Dios, pero sabemos que será. Por eso tenemos que darle gracias al Señor, muchas gracias. Señor, Tú has mirado mi pequeñez, Tú entregaste a tu Hijo para salvarme, Tú me has enviado con tu Hijo el Espíritu de amor para que me dé sabiduría, ciencia, determinación, valentía, para ser tu testigo, y para querer conservarme santo, sí, no tengamos miedo de decirlo. El Señor nos pide eso y quiere que nosotros aspiremos a eso.

No nos sintamos derrotados antes de empezar la batalla, no nos sintamos derrotados porque hemos intentado vivir la santidad y hemos caído muchas veces, no. El Señor espera, el Señor lo que quiere es que nosotros seamos fieles a Él, y nosotros también viviremos y esperamos, y tenemos la promesa de que, si somos fieles y tratamos de hacer la voluntad de Dios, nosotros alcanzaremos también esa participación de la vida divina. Para el ateo es la tumba oscura, horrible, para nosotros es la alegría, la luz, la paz, la serenidad de estar siempre junto a Dios, en el amor de Dios.

Que el Señor nos ayude hermanos, a aspirar a esta vida en la Santísima Trinidad, esto es vivir en la Santísima Trinidad. Que el Señor nos ayude, y pidámosle al Señor que nos ayude a ser santos, cada uno en lo que tiene que hacer, en su trabajo, en la casa, la escuela, jefe de una fábrica, lo que sea, militar también, lo que sea, pero en cada momento aspirar a la santidad, a vivir unidos a Dios.

Que el Señor nos ayude a todos a vivir así.

Un comentario sobre “Homilía de Mons. Dionisio G. García Ibáñez, Arzobispo de Santiago de Cuba, en la Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad, el domingo 26 de mayo de 2024, en la Solemnidad de la Santísima Trinidad

  1. Neidys Publicada Gracias por las oraciones FELIZ y SANTA SANTISIMA TRINIDAD GRACIAS Unidos en el Corazón de Nuestra Madre, y con Ella al pie de su Hijo sediento en la Cruz Ese, que no cabe en lo máximo, habita en lo mínimo. Autor desconocido AMDG Saludos René HORIZONTESDECRISTIANDAD.ORG TODOCATOLICO.ORG TWEETER @todocatolicoO

    “Prefiero una Iglesia herida, accidentada, manchada por salir a la calle, que una Iglesia enferma por la comodidad y el encierro de aferrarse a sus propias seguridades” (“Evangelii Gaudium,” 49).


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