Mensaje radial de Monseñor Juan de Dios Hernández Ruiz, SJ, obispo de Pinar del Río, el XI domingo del Tiempo Ordinario, 16 de junio de 2024

Queridos hijos e hijas, les habla su Obispos Mons. Juan de Dios Hernández Ruiz

Hoy escuchamos una de las parábolas del anuncio del Reino. Como sabemos Jesús hablaba en parábolas para facilitar al auditorio la comprensión del mensaje. Por eso, teniendo en cuenta el entorno rural donde predicó, exponía la buena noticia con imágenes sacadas del mundo de la agricultura y de la ganadería. Sin embargo, más allá de las imágenes, sus parábolas solo pueden ser comprendidas a fondo por quienes se han decidido a seguirlo. De ahí que los discípulos reciban una instrucción particular sobre su sentido más profundo. En cambio, para quienes se cierran a la buena noticia del Reino, resultan incomprensibles.

Es impresionante pensar que los grandes bosques y selvas comenzaron con una semilla. En el parque nacional Redwood existe un árbol que mide 115. 55 metros de altura. Y pensar que todo comenzó con una semilla que no era más grande que la uña del dedo más pequeño de la mano.

Jesús nos trae a nuestra mente esta imagen. El reino de los cielos es semejante al hombre que echa la semilla en la tierra. Sin que él sepa cómo la semilla va produciendo su fruto. Crece, germina y se pone bella.

El reino de los cielos es impresionante, pero comienza con una semilla. Cada día el sembrador pasa para dejar en nosotros una semilla de su reino. Dios pasa en nuestra vida en cada momento, pero es tan sencillo como un grano de mostaza. Cuando dejamos que se plante la semilla se convierte en un gran arbusto. Quiere hacer de nuestro corazón un bosque vivo.

Todo lo que nos acerca a Dios es una semilla que Él planta en nuestro corazón. Ir a misa, ayudar a un hermano, ser honesto, rezar… todo esto va haciendo que el reino de Dios crezca en nosotros.

La sencillez de Dios es un gran y hermoso misterio. Un misterio que parece siempre ir en contra de la forma en que vivimos. Una vida en donde el tiempo no espera; donde parece no haber tiempo para la paciencia.

Nos acostumbramos a una seguridad que sólo llega cuando presionamos el botón de «enviar» seguido de la confirmación «listo»… sólo así nos envuelve la paz.

La sencillez de Dios nos lleva por el camino de la confianza… de la paciencia y de la esperanza. Hacemos y no vemos; no vemos y desesperamos. Jesús nos dice, haz y aunque no veas… sigue haciendo… confía. Paciencia, que aquello que se siembra en tierra buena tiende a crecer. Esperanza, pues la cosecha será más de la que puedes imaginar.

Dios nos invita a confiar en la grandeza de su amor. Nos invita a esperar, no pasivamente, sino movidos por ese mismo amor. Nos invita a no olvidar que aquél que cree en Él tendrá vida eterna. Nos invita a no olvidar que aquél que permanece en Él, ése verdaderamente dará fruto, y fruto en abundancia. Nos invita a creer en la sencillez de su amor. A creer aun cuando no veamos… a esperar lo que se nos será dado… a amar… simplemente a amar.

Por eso digámosle como el Apóstol Pedro: “Señor, creo en ti… aumenta mi fe.”

No puedo dejar pasar la oportunidad sin dirigirme a los padres en su día. Ustedes han recibido de Dios el regalo de formar a una nueva persona, que tendrá sus características propias, pero ellas nacerán sobre la base de la semilla que ustedes planten. No descuiden la formación en valores. Vivimos en un mundo donde la tecnología, la comodidad, el “yo primero”, están ganando terreno. No pueden rendirse cuando se trata de educar a sus hijos. ¡Ánimo!

Que María de la Caridad nos acompañe siempre.

Un comentario sobre “Mensaje radial de Monseñor Juan de Dios Hernández Ruiz, SJ, obispo de Pinar del Río, el XI domingo del Tiempo Ordinario, 16 de junio de 2024

  1. Neidys Gracias por las oraciones GRACIAS Unidos en el Corazón de Nuestra Madre, y con Ella al pie de su Hijo sediento en la Cruz Ese, que no cabe en lo máximo, habita en lo mínimo. Autor desconocido AMDG Saludos René HORIZONTESDECRISTIANDAD.ORG TODOCATOLICO.ORG TWEETER @todocatolicoO

    “Prefiero una Iglesia herida, accidentada, manchada por salir a la calle, que una Iglesia enferma por la comodidad y el encierro de aferrarse a sus propias seguridades” (“Evangelii Gaudium,” 49).


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