Homilía de Mons. Dionisio G. García Ibáñez, Arzobispo de Santiago de Cuba, en la Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad, el 19 de mayo de 2024, Domingo de Pentecostés

“Reciban el Espíritu Santo. A los que perdonen los pecados, les serán perdonados; y a quienes se los retengan, les serán retenidos”. Juan 20, 22-23

Hermanos,

Hemos llegado al final de este tiempo grande, que marca el año en el centro, en dos partes casi, que es el tiempo de Pascua, la Semana Santa, llegar a la ascensión y culminar en Pentecostés

En el año litúrgico tenemos dos tiempos muy fuertes, uno de ellos es, claro está, el tiempo de Navidad que recordamos el misterio de la Encarnación, Dios mismo Creador de todo, que por amor nos crea y nos ha dado la vida, él se hace hombre, precisamente porque no nos abandona, no nos deja solos el tiempo de la vida; preparándonos siempre con el tiempo de Adviento, que la Iglesia pone para darnos ese tiempo de preparación.

El otro tiempo grande, recordamos el misterio de la redención, es el tiempo de Pascua, que comenzamos, pues el Domingo de Pascua y culminamos hoy en Pentecostés. Esta fiesta grande, este tiempo que es tan importante que recordamos el misterio Redención en el cual conmemoramos que el Hijo de Dios muere en la cruz para salvarnos, ese tiempo es preparado por el tiempo de Cuaresma, cuarenta días de preparación.

Otro momento importante es el domingo de la Santísima Trinidad, en el cual nosotros recordamos el misterio de Dios Uno y Trino. Un solo Dios en tres personas Padre, Hijo y Espíritu Santo; el Padre es Dios, el Hijo es Dios y el Espíritu Santo es Dios. Esos son los tres grandes misterios es revelados por Cristo, los tres grandes misterios de la Historia de la Salvación que marcan nuestra vida.

El tiempo de Pascua comienza el Domingo de Pascua, y tiene en el medio a los 40 días la Ascensión del Señor, fíjense bien que todos estos tiempos no son tomados arbitrariamente por alguien que se le ocurrió, no, Dios mismo en la persona de Jesús perfecto revelador del Padre nos lo mostró, y que el Espíritu Santo se encargó ante unos discípulos dóciles, el Espíritu Santo lo fue revelando poco a poco y los mismos discípulos se dieron cuenta de lo importante que era que era celebrarlos.

Nosotros por eso celebramos la Ascensión el domingo pasado y hoy estamos celebrando Pentecostés. La Segunda Persona de la Santísima Trinidad en Navidad y en Pascua, en la celebración del Hijo que nace y se hace hombre en la vida, y en la Pascua, aquel que se ofrece a Dios por nosotros, es muerto en la cruz, pero ha resucitado, en la victoria, la fiesta de Cristo.

Hoy la fiesta de la Tercera Persona de la Santísima Trinidad el Espíritu Santo y el domingo que viene la fiesta de la Trinidad. El próximo domingo la fiesta de la Trinidad, en la cual recordamos el misterio de la naturaleza de Dios, que siendo Dios uno, está formado por tres personas, contienen sí tres personas. el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, que como dije, el Padre es Dios, el Hijo es Dios y el Espíritu Santo es Dios.

A partir de ahí ya comienza el tiempo de la Iglesia, el tiempo del Espíritu, es el tiempo en que el Espíritu Santo es el que nos hace presente precisamente a Dios en nuestras vidas, y a Cristo de manera fundamental en nuestras vidas.

En las lecturas de hoy, si seguimos el Evangelio que hemos escuchado, pues nosotros aquí vemos y recordamos que Jesucristo nos envió el Espíritu Santo. En un texto también de Juan se nos dice, que Jesús en la después de la resurrección, un día fue a los discípulos y dice la paz esté con ustedes, y dice reciban el Espíritu Santo, dice que sopla sobre ellos, porque el sentido del soplo, del viento, era precisamente el sentido de la presencia y de la fuerza de Dios, y se derrama sobre ello el Espíritu Santo recíbanlo que yo se los doy a ustedes.

Fíjense bien hermanos, que es el mayor regalo y don que Jesucristo nos dejó, nos dejó la gracia, el don de la resurrección, podemos llamarlo así. Pero nos envía el Espíritu Santo, para que la presencia de Jesús permanezca en nosotros. En la ascensión el domingo pasado, nosotros recordamos como Jesús parte hacia el Padre y los discípulos se quedan tontos, pero el Señor les había dicho, yo les prometo que el Espíritu Santo les va a animar a ustedes.

Precisamente hoy nosotros recordamos esa animación que no se acaba nunca. ¿Qué cosa hace esa animación del Espíritu de Dios en nosotros? Precisamente hacer presente a Cristo en nosotros, ya él no está caminando allá en Galilea, ya no está sanando enfermos, ya no está anunciando la Palabra de Dios. No. Aquello lo dijo, aquello no los dejó, y, ¿quién es el que va a ser que esa presencia se haga tangible en nosotros? El Espíritu Santo. Esa es la misión del Espíritu, si no tenemos el Espíritu de Dios, Cristo no está en nosotros.

Por eso tenemos que pedirlo, y por eso tenemos que darnos cuenta de que tenemos que buscar su presencia, y darnos cuenta de que cuando sentimos que Él nos anima a vivir según la fe, según la Palabra de Dios, descubrir su presencia y a la vez tomar la decisión firme de seguirle.

Hermanos, el Espíritu Santo está presente en nuestras vidas, está presente aquí, Jesús dijo donde quiera que haya dos o tres reunidos en mi nombre, ahí estaré yo, y Cristo está presente en la Santa Misa en el Espíritu Santo que lo hace presente. Él se hace presente bajo la forma del pan y del vino precisamente en el Espíritu Santo, por eso, nosotros imponemos las manos, el sacerdote impone las manos sobre el pan y sobre el vino, pidiendo que el Espíritu de Dios haga posible que Cristo esté presente y realmente lo está.

El Espíritu Santo tiene muchos dones. El Espíritu Santo hay un texto precioso que hay veces que nos cuesta interpretar, y a la vez vivir, que dice cada vez que alguien dice que Jesús es el Señor eso ha sido suscitado por el Espíritu de Dios. Porque nosotros no sabemos muchas veces interpretar las cosas como son, el contenido, la profundidad de cada cosa; también se nos dice, hay veces que nosotros no sabemos nada, pero el Espíritu pide por nosotros, por lo tanto pidámosle a Dios que sea el Espíritu el que nos anime en la oración, el que eleve nuestra oración, para que siempre pidamos aquello que nosotros necesitamos y que es lo que nos conviene.

El Espíritu de Dios es el que ha guiado a la iglesia durante estos 2000 años. ¿Cómo se ha manifestado su presencia? Se ha manifestado su presencia en aquellos miembros de la Iglesia, fieles, papas, obispos, sacerdotes, religiosas, cualquier miembro de la Iglesia, que quiere hacer la voluntad de Dios. Precisamente la iglesia se ha hecho Santa, en la medida en que los miembros de la Iglesia que han recibido el Espíritu Santo por el bautismo han querido ser fieles a este Espíritu, y han buscado la santidad, se han apartado de las obras de la carne, como lo dice el texto del Evangelio que hemos leído, y han buscado las obras del Espíritu.

En ese texto, hay un elenco de cuáles son las cosas de la carne y las cosas del Espíritu. Me gusta poner primero las cosas del Espíritu, por qué, por darle una mirada positiva. Los dones del Espíritu precisamente los frutos del Espíritu, las consecuencias del Espíritu, son la alegría, la comunión, la verdad, la satisfacción de hacer el bien y preocuparse por el otro, el buscar siempre vivir no apegado a las cosas terrenales, que las necesitamos, sino buscar las cosas de Dios

Las cosas de la carne son todo lo demás que nos aparta de Dios. Las envidias, el odio, en el deseo de prepotencia, es la infidelidad, es todo aquello que nosotros mismos sabemos que no está bien. Nuestra misma conciencia nos dice y lo define bien, lo que está bien y lo que está mal; una conciencia que busque siempre el bien, esa nos lo dice clarito. Entonces hermano tenemos que buscar esa fuerza que viene del Espíritu, y eso tenemos que pedirlo todos.

Estos hermanos nuestros que después de casi siete u ocho años, se han venido preparando para hacerse diáconos permanentes; estos hermanos nuestros, han tenido que acudir mucho al Espíritu Santo para que les ayude a discernir si eso es lo que Dios les pide a ellos. Recibieron el Espíritu Santo en el bautismo, y después la vida comienza, y todos nosotros sabemos que la vida tiene muchos caminos.

Y que la vida tiene, como decían allá por Manzanillo, por Campechuela, y Niquero, muchas tendencias. Sí, y esta tendencia muchas veces nos llevan a la tentación; entonces ellos han vivido su vida, han encontrado la mujer que han querido, han formado su familia, se han desarrollado profesionalmente. Ellos han tenido que discernir a la luz del Espíritu, de la Palabra de Dios, iluminados por el Espíritu Santo en el seno de la Iglesia que ha aceptado ese Espíritu que les ha dicho, yo te pido que tú hagas esto, y la Iglesia lo ha aceptado, así a ellos, a la luz del Espíritu Santo, han dicho que sí y están aquí.

Pero vamos a seguir buscando. Uno de los dones del Espíritu Santo es el don de consejo. Ellos han recibido el consejo de tantas personas y ellos tienen que pedirle a Dios ese don, saber aconsejar a los demás a buscar el Espíritu de Dios en su vida. Hermanos, eso tenemos que hacerlo todos. Muchas veces nos dejamos llevar por las dificultades del mundo, muchas veces tal vez hasta lo justificamos, no tengo tiempo y puede ser, sí, es verdad el tiempo es escaso, pero también tenemos que darnos cuenta que muchas veces dedicamos el tiempo a otras cosas, y el tiempo que podemos dedicarle a Dios no lo hacemos. Hay que buscar lo que el Espíritu Santo nos quiere decir y eso es un trabajo, que siempre tenemos que buscarlo. Hermanos así nosotros tenemos que vivir.

Otro de los dones del Espíritu Santo, es el don de la fortaleza. Ese fue el que hizo que los discípulos después de sentir aquella presencia del Espíritu, en medio de aquella sensación que tenían hasta de duda, de incertidumbre, no sé qué hacer, de cobardía, recibieron esa seguridad interior de decir, Cristo es el Señor y tengo que predicarlo. Y por eso ellos se lanzan, y de gente cobarde se convierten en valiente, y de gente indecisa se convierten en decidida y van por el mundo entero cumpliendo lo que Jesús les había dicho, vayan por el mundo entero y prediquen el Evangelio. Hermanos, esa es la valentía, el Espíritu de Dios y ese espíritu se sigue manifestando ahora.

Les voy a poner tres ejemplos. En nuestra diócesis, en los últimos años ha muerto dos misioneros, laicos, padres de familia, uno diácono permanente y el otro no. Han muerto de manera trágica, ¿ustedes saben que estaban haciendo en el momento que murieron? La misión. Todos los fines de semana se iban al campo a atender a las pequeñas comunidades en el campo que no tienen templo, ni tienen sacerdote, y ellos iban, uno de ellos fue el diácono José Vicente.

José Vicente de la parroquia de Sueño, un día venía en el camión que lo llevaba a la misión, allá a Baconao y a la altura de Siboney empezaron a tirarle piedras al camión, y José Vicente tratando un poco de apaciguar a los misioneros, los otros que estaban allí se alzó un poco y una piedra le dio en la cabeza, le fracturó el cráneo y así vivió los últimos 10 años de su vida, limitado por aquella agresión. Nunca perdió la paz nunca. Después de eso siguió atendiendo a los presos en la cárcel, y después de eso siguió misionando en el hospital donde él estaba ingresado. Y después de eso fue un referente para toda la comunidad de Santiago de Cuba, los santiagueros deben recordarse de él.

¿Quién era el otro? Papi Sanz, los dos ingenieros. Papi Sanz, iba del otro lado, por la misión de occidente hasta La Plata, llegando a Pilón, y un día bajándose del camión que llevaba a los misioneros, otro vehículo pasó en el momento que se bajaba y su muerte fue instantánea.

Tanto José Vicente como Papi Sanz, fueron testigos de Cristo en medio de las dificultades, con familias numerosas, con todos los obstáculos que vivimos los cubanos en esa fecha y en esta fecha, con todas las tendencias que podían haber, y sin embargo fueron firmes, fueron firmes en el Señor, y murieron entregados al Señor. ¿Quién da esa fuerza? El Espíritu Santo. Un alma que trata de vivir de las cosas del Espíritu y no de las cosas terrenales.

Voy a poner otro ejemplo de valentía. Hace poco, hace unos años dos años un joven de 21 años en Pakistán, ¡qué lejos Pakistán! En Pakistán hay cristianos siendo un país musulmán. Y siendo un país que los musulmanes más radicales quieren eliminar a los cristianos y las iglesias cristianas estaban asediadas, amenazadas, ustedes oyen de vez en cuando que han puesto bombas. Pues varios cristianos se reunieron, católicos, se reunieron y dijeron, vamos a poner alguien que cuide, vele en el exterior. Y uno de ellos fue ese muchacho de 21 años.

Cuando se estaba celebrando un culto, con cientos de personas, vio que se acercaba un sujeto sospechoso, él se acercó y él lo paró, se dio cuenta de que él solo era una bomba entera, con todos los explosivos que tenía arriba, y le dijo que se retirara, que hiciera el favor, lo trató de convencer; el otro dijo que no, y este joven, este joven se abrazó a aquel sujeto sabiendo que iba a morir; pero defendiendo a los cientos de cristianos católicos que estaban en el templo. Ahora se está iniciando su causa de declararlo siervos de Dios, mártir.

Es el valor del Espíritu Santo, en este caso él paso por encima de un valor tan grande como es la vida, y lo puso por servir a los hermanos, servir a Dios, dando testimonio de ese deseo de entrega, como lo hizo Jesús en la cruz. Esa es la valentía, es el valor, es la decisión.

Les voy a poner otro ejemplo y perdonen que me alargue, la Madre Teresa de Calcuta. La Madre Teresa de Calcuta, que en medio de aquella miseria siguió la luz del Espíritu Santo estaba realizada en la congregación de ella estaba, pero vio la necesidad, siguió las insinuaciones del Espíritu Santo, y se entregó a servir a aquellos que se estaban muriendo. Un día esa gente, saben que eso lo encontramos siempre y que son casi más hablan en la prensa, en la televisión, en la radio, se le acercó y le dijo, usted salva uno, salva dos, salva tres, tal vez lo que había que hacer es cambiar las leyes y practicar la justicia, cambiar las estructuras del Estado para que sean más justas. Buscaba la justicia según él, pero lo que decía, ¿es verdadero o falso? Falso. Cada uno tiene que hacer lo que el Espíritu, cuál fue la respuesta de la Madre Teresa, cuál fue. Todo el mundo está sediento, yo tengo un poquito de agua y esa gotita de agua, que yo tengo, se la doy a cada uno para que ese, calme su sed, así es como el Espíritu llenó de sabiduría a la Madre de Teresa para decirle, Ay, hermano hay veces que los que propagan que las nuevas estructuras y leyes y a favor de la justicia social, al final la cosa se convierte en lo contrario, pero el agua que tú le des a un moribundo, esa da resultado.

Entonces hermanos, dejémonos guiar por el Espíritu Santo, pidamos a Dios que el Espíritu Santo venga a nosotros.

Un comentario sobre “Homilía de Mons. Dionisio G. García Ibáñez, Arzobispo de Santiago de Cuba, en la Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad, el 19 de mayo de 2024, Domingo de Pentecostés

  1. Neidys Gracias por las oraciones FELIZ y SANTO PENTECOSTES GRACIAS Unidos en el Corazón de Nuestra Madre, y con Ella al pie de su Hijo sediento en la Cruz Ese, que no cabe en lo máximo, habita en lo mínimo. Autor desconocido AMDG Saludos René HORIZONTESDECRISTIANDAD.ORG TODOCATOLICO.ORG TWEETER @todocatolicoO

    “Prefiero una Iglesia herida, accidentada, manchada por salir a la calle, que una Iglesia enferma por la comodidad y el encierro de aferrarse a sus propias seguridades” (“Evangelii Gaudium,” 49).


    Me gusta

Deja un comentario