Homilía de Mons. Dionisio G. García Ibáñez, Arzobispo de Santiago de Cuba, en la Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad, el 9 de junio de 2024: X Domingo del Tiempo Ordinario

“Estos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre” Marcos 3, 34-35

Hermanos,

Hoy tenemos estas lecturas y hemos comenzado con uno de los pasajes que creo es el que más se ha reproducido a través del tiempo, el famoso pasaje de Adán y Eva comiendo la manzana los dos desnudos, en otras imágenes los dos tapándose sus cuerpos, en otras la serpiente enroscada en el árbol; es decir eso, por lo menos últimamente no lo veo reproducir mucho, parece que como cada vez hay menos gente que conozca la Biblia, entonces este primer capítulo del Génesis no le dice mucho, pero así todo eso está el imaginario colectivo.

Y hay veces que como lo vemos tanto, antiguamente decíamos muñequitos o caricaturas o chistes gráficos, ahora le llaman memes, como lo vemos tanto en esas cosas, puede ser que caigamos en la tentación o en la tontería de quitarle peso a este pasaje del Génesis y considerarlo solamente como un retrato, como una descripción primitiva de una de una respuesta que se da a lo que existe, pero no es así.

Hermanos este relato, que tiene ¿cuántos años tendrá, 4.000, 3.000? Sabemos que es un relato que fue recogido, ya hace casi 2.000 años, puede ser 1000 años, y además que antes de ser escrito se transmitía, en aquella época tanto peso tenía aquello que se transmitía oralmente, como aquello que nosotros debemos por escrito. Nosotros tenemos un dicho que dice, pónmelo por escrito, en blanco y negro para no dudar. Antiguamente la palabra tenía un peso tremendo, y lo que se transmitía, cosas muy importantes, se hacían oral.

Entonces este relato nos dice muchas cosas. Fíjense bien que sutilezas. Vamos a empezar por el sentimiento de vergüenza. Vergüenza, ahí tengo vergüenza de haber ofendido, tengo vergüenza de haber maltratado a una persona, tengo vergüenza de hacer algo que después que la gente me lo puede reprochar, en definitiva, tengo vergüenza de hacer algo que no debí de hacer y que está mal porque afecta a alguien.

Este sentimiento de Adán y de Eva, aunque a Eva no la presentan tanto así, pero Adán sí, en poquitas palabras, el Señor les pregunta a los dos, a Adán y Eva, pero Adán es al que le dice, ¿y por qué te escondiste?, le pregunta. Y él sintió vergüenza, tengo vergüenza Señor porque estoy desnudo. Fíjense bien, eh, fíjense bien esa noción, que a nosotros nos parece una tontería, pero que no lo es. En aquella época, los sabios de aquella época, estas cosas las habían expresar, y lo expresaban no como ahora con un libro de este tamaño para hablar qué cosa es la vergüenza. La expresaban en un pequeño relato, en cuatro palabras, pero que tiene tanta sabiduría, como aquel que puede emplear muchas palabras y a lo mejor nos enredan porque son muchas.

Inmediatamente, después viene lo otro, la conciencia de que he hecho algo malo, no es lo mismo tener vergüenza, porque uno puede tener conciencia de haber hecho algo malo y no sentir vergüenza. Es la conciencia de que he hecho algo malo. Señor sí, no debía hacerlo porque estaba desnudo. Y entonces viene lo otro, ¿y por qué, quién te dijo que estabas desnudo? ¿Quién?

Porque eso es noción del bien y del mal. Estoy desnudo, estar desnudo no es malo, ni es pecado ni nada, sino, cuando uno se presenta desnudo ante los demás, y cuando no, con qué motivo uno lo hace o no lo hace, ahí es donde está la cosa. Es decir, que uno le pone a eso de la desnudez o no desnudez, ¿qué sentido uno le da? Dice, el Señor se da cuenta, vaya el Señor sabe y le dice a Adán ¿será que tú has comido del árbol del bien y del mal?, la otra noción. El tener la conciencia de discernir entre el bien y el mal.

Hermanos en toda la historia de la humanidad se han escrito millones de textos y palabras hablando de esa conciencia del bien y del mal, y aquí se dice en una palabra tú comiste del árbol del bien y del mal. En el que el mismo texto se decía, no comas de este árbol, porque es el árbol de la vida, el árbol del bien y del mal. Se van a sentir como dioses. Ese es otra de las cosas que tienta, serán como dioses es lo que le dice la serpiente, es decir, nunca caigas en la pretensión de tu querer definir el bien y el mal. Tú tienes que saberlo, tienes que apreciarlo, tienes que descubrirlo, pero tú, lo que no se puede es arrogar el derecho de tú decidir lo que es bueno y lo que es malo, como Eva y Adán en ese momento decidieron, y se fueron por el mal.

Hermanos fíjense toda la profundidad de un pequeño relato, que muchas veces pasamos y hay veces que no queremos ni leerlo, ni proclamarlo, porque parece eso son cosas ingenuas, y antiguamente Cuba hace 40, 50 años decían eso es una tontería porque nosotros descendemos del mono y no fuimos creados. Ese sí, ese análisis es un análisis infantil y un análisis tonto, ¿por qué? Porque no tiene en cuenta todo lo que hemos dicho de la sabiduría del pueblo, descubriendo estas cosas.

Entonces ellos se dan cuenta, sentía vergüenza porque se manifestaban y aquí sintieron tremendo, yo no sé qué sentimiento interior porque se sintieron descubiertos, que es otra de esas cosas que nos revela este pasaje. Me sorprendieron, nosotros decimos nos cogieron con la mano en la masa, fíjense todo lo que hay de sabiduría y de conocer la naturaleza humana en un pequeño relato, que muchas veces la gente tira a un lado y no le saca todo lo que tiene, pero ahora viene lo importante.

Ellos se dieron cuenta de que habían hecho algo malo, sintieron vergüenza. Ellos vamos a querer decir que se arrepintieron. Y sabían que, ante Dios, que le tiraba las cosas en la cara, ellos no podían decir otras cosas, pero aquí viene la parte buena; es lo que dice este pasaje, que esto sí no está en otro, bueno, no sé, no puedo tampoco decir porque yo no soy especialista, pero Dios con unas palabras suaves, con unas palabras consoladoras, con unas palabras que dan esperanza y confianza les dice, ustedes van a sentir la gracia de Dios, porque la mujer vencerá a la serpiente. Es decir, al mal, el pecado será derrotado, será derrotado el diablo, la serpiente, el mal que hay en el mundo que nos hace caer en las tentaciones.

Entonces este relato nos habla de la tentación de la serpiente, de que el hombre frágil y muchas veces lo dejamos llevar por ella, todo eso está sintetizado en Adán y Eva y lo que han respondido, pero que en Dios podemos esperar la misericordia y no solamente esperar, sino que en Dios está la misericordia, y que hará que esa misericordia se derrame. Lo que nosotros tenemos que hacer es no volver a caer en la tentación. Y entonces aquí dice esa frase enigmática para muchos, pero no, que claro dice, yo voy a establecer un combate grande entre el diablo y la mujer, y la descendencia de la mujer, ¿quién es la mujer?, los hombres, hombres y mujeres, la descendencia de la mujer, dice, porque ella va a aplastar la cabeza de la serpiente y la serpiente tratará siempre de morder, de morder su talón su calcañal, pero la mujer triunfará, la descendencia de la mujer triunfará.

Para aquella época era un pasaje difícil de interpretar, pero lo que estaba en el fondo es el optimismo, el pesimismo estaba, se dejaron caer, el optimismo está en que Dios no nos abandona, comprende su fragilidad y su debilidad. Qué bueno Señor, que tú comprendes nuestra fragilidad y nuestra debilidad, y que estás ahí para darnos la mano. Termina con la mujer.

Vamos entonces el Evangelio. Esa lucha demonio, tentación de Satanás, no es Satanás, el único pecado que no se perdona es contra el Espíritu Santo, que es contra la santidad de Dios que es capaz de estar cercano del hombre, ese es el pecado que no se perdona, entonces viene aquel final que dice Señor, ahí está tu madre y tus hermanos. Ese Jesús que había salido de esa pequeña aldea, tanta gente decía está loco, decían de todo porque no conocían verdaderamente quién era, y Jesús dice aquellas palabras, mi madre y mis hermanos son estos que están aquí oyéndome, queriendo escuchar, queriendo aprender, queriendo seguirme, esos son mi madre y mis hermanos.

Hermanos aquí viene entonces la reflexión. Una mujer, la descendencia de una mujer aplastará la cabeza del mal, y dice de ahí, que Dios no nos abandona porque de esa descendencia precisamente vendrá la salvación. Y nosotros vemos en el transcurso de toda la vida de Jesús, aunque pocas veces, el papel que se le ha dado a la madre a María, siempre hizo la voluntad de Dios, siguió a Jesús en todo, lo acompañó en la vida y también en la pasión y muerte, lo acompañó en la resurrección, acompañó a la Iglesia. Al final dijo Juan esta es tu madre, madre este es tu hijo, y en Juan siempre la primitiva Iglesia, los apóstoles los sucesores de los Apóstoles, los Padres de la Iglesia, los Padres Apostólicos, todos, vieron la nueva Eva en aquella mujer, María que era aquella que fue capaz de salvarnos, de dar la salvación, de darnos una nueva vida.

Y nosotros la tenemos como lo que es, está junto a Dios, a su Hijo Jesús, junto al Padre, la Virgen, y el Señor dice que todo aquel que le siga es superior, queriendo decir una cantidad enorme, que mi madre, que mis hermanos, ¿qué es esto? Bueno, eso es lo que el Señor nos dice, no nos abandona. De la misma descendencia de la mujer de la raza humana saldrá el Salvador, no será un cometa que baje del cielo como creían otras religiones, que de momento surgía alguien y acababa, no. De la misma raza humana saldrá el Salvador, hijo de una mujer, descendiente de una mujer, Jesús. Y Él vendrá a cumplir las Escrituras que dicen, el Señor está aquí para salvarnos.

Por eso es que nosotros hemos rezado en la en el Salmo de hoy, del Señor viene la misericordia y la redención copiosa, y sabemos que ha venido, que está aquí, y por eso es que en la carta de Pablo a los Corintios así se nos dice, nosotros pues no nos fijamos en lo que se ve, sino él lo invisible. Ya que las cosas visibles duran un momento, y las invisibles son para siempre. La salvación de Dios es para siempre, sabemos que al destruirse esta morada terrenal o mejor dicho, nuestra tienda de campaña que se monta y se desmonta, fíjense qué imagen más bella y gráfica, Dios nos tiene reservado un edificio, no levantado por mano de hombre, una casa para siempre junto a Él en los cielos.

Hermanos vamos a darle gracias al Señor por eso, porque conociendo nuestra fragilidad, nuestra vergüenza, nuestra confusión, que nos dejamos entrar por el mal, que no hacemos caso a las tentaciones y seguimos ahí al lado de ella, como la serpiente que la mujer que siguió hablando con la serpiente, Ahí nosotros caemos, el Señor lo sabe, el Señor sabe porque es el bien la misericordia y la redención copiosa, lo que tenemos que hacer es llegarnos a Él. De esa descendencia que Jesús nos viene la liberación y la salvación.

Hermanos que Dios nos ayude a buscar siempre la Palabra de Dios, al Señor Jesús. Sabiendo que nos acompaña, que Él quiere que nosotros nos salvemos, pero para eso tenemos que tener disposición de no dejarnos confundir. Y si tenemos una vergüenza en la vida, que no sea por cosas mundanas que pasan, sino que la vergüenza mayor sea porque hemos ofendido al señor, qué pena. Señor te ha ofendido a pesar de todo lo que tú has hecho por mí.

Que el Señor nos ayude hermanos a vivir así.

Un comentario sobre “Homilía de Mons. Dionisio G. García Ibáñez, Arzobispo de Santiago de Cuba, en la Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad, el 9 de junio de 2024: X Domingo del Tiempo Ordinario

  1. Neidys Publicadas todas.!! Gracias por las oraciones Unidos en el Corazón de Nuestra Madre, y con Ella al pie de su Hijo sediento en la Cruz Ese, que no cabe en lo máximo, habita en lo mínimo. Autor desconocido AMDG Saludos René HORIZONTESDECRISTIANDAD.ORG TODOCATOLICO.ORG TWEETER @todocatolicoO

    “Prefiero una Iglesia herida, accidentada, manchada por salir a la calle, que una Iglesia enferma por la comodidad y el encierro de aferrarse a sus propias seguridades” (“Evangelii Gaudium,” 49).


    Me gusta

Deja un comentario